domingo, 7 de noviembre de 2010

EL NIÑO PERDIDO

Lenta infancia de donde
como de un pasto largo
crece el duro pistilo,
la madera del hombre.
¿Quién fui? 
¿Qué fui? 
¿Qué fuimos?
No hay respuesta. 
Pasamos.
No fuimos. 
Éramos. 
Otros pies,
otras manos, 
otros ojos.

Todo se fue mudando hoja por hoja
en el árbol. ¿Y en ti? Cambió tu piel,
tu pelo, tu memoria. Aquél no fuiste.
Aquél fue un niño que pasó corriendo
detrás de un río, de una bicicleta,
y con el movimiento
se fue tu vida con aquel minuto.

La falsa identidad siguió tus pasos.
Día a día las horas se amarraron,
pero tú ya no fuiste, vino el otro,
el otro tú, y el otro hasta que fuiste,
hasta que te sacaste
del propio pasajero,
del tren, de los vagones de la vida,
de la substitución del caminante.

La máscara del niño fue cambiando,
adelgazó su condición doliente,
aquietó su cambiante poderío:
el esqueleto se mantuvo firme, 
la construcción del hueso se mantuvo,
la sonrisa,
el paso,
el gesto volador,
el eco de aquel niño desnudo
que salió de un relámpago,
¡pero fue el crecimiento como un traje!
Era otro el hombre y lo llevó prestado.

Así pasó conmigo.
De silvestre llegué a ciudad,
a gas, 
a rostros crueles
que midieron mi luz y mi estatura,
llegué a mujeres que en mí se buscaron
como si a mí se me hubieran perdido,
y así fue sucediendo
el hombre impuro,
hijo del hijo puro,
hasta que nada fue como había sido,
y de repente apareció en mi rostro
un rostro de extranjero
y era también yo mismo:
era yo que crecía,
eras tú que crecías,
era todo,
y cambiamos
y nunca más supimos quiénes éramos,
y a veces recordamos
al que vivió en nosotros
y le pedimos algo,
tal vez que nos recuerde,
que sepa por lo menos que fuimos él,
que hablamos con su lengua,
pero desde las horas consumidas
aquél nos mira...
...y no nos reconoce.


miércoles, 29 de septiembre de 2010

EL NUEVO SONETO A HELENA

Cuando estés vieja, niña (Ronsard ya te lo dijo),
te acordarás de aquellos versos que yo decía.
Tendrás los senos tristes de amamantar tus hijos,
los últimos retoños de tu vida vacía...

Yo estaré tan lejano que tus manos de cera
ararán el recuerdo de mis ruinas desnudas.
Comprenderás que puede nevar en primavera
y que en la primavera las nieves son más crudas.

Yo estaré tan lejano que el amor y la pena
que antes vacié en tu vida como un ánfora plena
estarán condenados a morir en mis manos...

Y será tarde porque se fue mi adolescencia,
tarde porque las flores una vez dan esencia
y porque aunque me llames yo estaré tan lejano...

viernes, 20 de agosto de 2010

ESTE DÍA FRÍO


No voy a hacer un discurso funerario 
para Mariano Latorre.
Quiero dedicarle un vuelo de queltehues 
junto al agua...
una queja de pidenes y la mancha mojada, 
como sangre en el pecho,
de todas las loicas de Chile.

Voy a dedicarle una espuela de huaso
con rocío matutino,
de algún jinete que sale de viaje
en la madrugada
por las riberas del Maule
y su fragancia.

Voy a dedicarle 
un rosario amarillo de topa-topas,
flores de las quebradas,
flores salvajes y puras...


Oímos junto a él
los pasos de labriegos
y de pampinos,
de mineros y de pescadores,
de los que trabajan,
rastrean,
socaban,
fecundan
nuestra tierra dura...


Su corazón fue una nave de madera olorosa,
salida de los bosques del Maule,
bien construida y martillada
en los astilleros de la desembocadura,
y en su viaje por el océano
seguirá llevando la fuerza,
la flor
y la poesía de la patria.



domingo, 15 de agosto de 2010

PICASSO ES UNA RAZA

Picasso es una isla.
Un continente poblado por argonautas,
caribes,
toros
y
naranjas.
Picasso es una raza.
En su corazón
el sol no se pone.

sábado, 31 de julio de 2010

TU RISA

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, 
pero no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa 
sube al cielo buscándome
y abre para mí
todas las puertas de la vida.

Amor mío, 
en la hora más oscura 
desgrana tu risa,
y si de pronto ves que mi sangre
mancha las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa
como la flor que yo esperaba,
la flor azul,
la rosa de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día,
de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan,
el aire,
la luz,
la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.

TUS MANOS

Cuando tus manos salen, amor,
hacia las mías,
¿qué me traen volando?
¿Por qué se detuvieron
en mi boca, de pronto?
¿Por qué las reconozco
como si entonces, antes,
las hubiera tocado?
¿Como si antes de ser
hubieran recorrido mi frente,
mi cintura?

Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.

Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.

La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y, allí, como dos alas...
...terminaron su viaje.