Y fue a esa edad...
llegó la poesía a buscarme.
No sé, no sé de dónde salió,
de invierno o río.
No sé cómo, ni cuándo,
no, no eran voces,
no eran palabras,
ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.
Yo no sabía qué decir,
mi boca no sabía nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fuí haciendo solo,
descifrando aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo,
pura tontería,
pura sabiduría del que no sabe nada,
y vi de pronto el cielo desgranado y abierto,
planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada por flechas,
fuego y flores,
la noche arrolladora,
el universo.
Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío constelado,
a semejanza,
a imagen del misterio,
me sentí parte pura del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.»