sábado, 23 de febrero de 2013

BARRIO SIN LUZ...

¿Se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
Ayer –mirando el último crepúsculo–
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.

Las ciudades –hollines y venganzas–
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.

Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
padre de hastíos y de lágrimas.

Un río abrasa el arrabal como una
mano helada que tienta en las tinieblas;
sobre sus aguas
se averguenzan de verse las estrellas.

Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.

Lejos... la bruma de las olvidanzas
–humos espesos, tajamares rotos–
y el campo ¡el campo verde! en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.

Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.

jueves, 16 de agosto de 2012

SENSACION DE OLOR...

Fragancia de lilas...
Ciertos atardeceres de mi lejana infancia
que fluyó como el cauce de unas aguas tranquilas.
Y después un pañuelo temblando en la distancia.
Bajo el cielo de seda la estrella que titila.

Nada más...

Pies cansados en las largas errancias
y un dolor, un dolor que remuerde y se afila.
Y a los lejos campanas, canciones, penas, ansias,
vírgenes que tenían tan dulces las pupilas.

Fragancia de lilas...




domingo, 14 de agosto de 2011

LA POESÍA...

Y fue a esa edad...
llegó la poesía a buscarme.
No sé, no sé de dónde salió,
de invierno o río.


No sé cómo, ni cuándo,
no, no eran voces,
no eran palabras,
ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo, 
allí estaba sin rostro
y me tocaba.


Yo no sabía qué decir,
mi boca no sabía nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fuí haciendo solo,
descifrando aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga, 
vaga, sin cuerpo,
pura tontería,
pura sabiduría del que no sabe nada,
y vi de pronto el cielo desgranado y abierto,
planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada por flechas,
fuego y flores,
la noche arrolladora,
el universo.


Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío constelado,
a semejanza,
a imagen del misterio,
me sentí parte pura del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.»

viernes, 15 de julio de 2011

SER FELIZ...

Hoy dejadme
a mí solo
ser feliz,
con todos 
sin todos,
ser feliz
con el pasto
y la arena,
ser feliz
con el aire
y la tierra,
ser feliz,
contigo,
con tu boca,
ser feliz.

viernes, 25 de marzo de 2011

A PABLO NERUDA

Parral, doce de julio
de mil novecientos cuatro.
Vienes al mundo sonriendo,
vienes al mundo llorando.
Llegas sin prisa, callado,
llegas como un solitario.

Fue Temuco el que te dió
su vaho de suelo mojado.
De árboles humedecidos,
¡árboles altos!
Y creciste allí, jugando
con un tren, con un silbato...

Aprendiste a caminar
en el andén de tu padre;
también aprendes a amar
a ese indio –que ignorante–
no sabe por qué lo explotan
y el rico bebe su sangre.

Nunca amaste el escuelismo
ni etiquetas de algodón.
¡Amaste tanto los libros,
la vida, el verso, el amor!
Más la vida te fue dando
gota a gota, su dolor.

Tu mano diestra e inquieta
juega con letra y papel:
canciones de amor despiertan,
¡tu obra empieza a crecer!
Poemas de amor que llegan
¡hasta el fondo de mi ser!

Poeta, vistes de negro,
llevas al mundo tu don;
tu equipaje sólo el viento
callado, lo conoció.
Tus versos van renaciendo,
¡llenan la tierra de sol!

Pero algunos no supieron
ver en ti todo el amor
que les ibas ofreciendo.
No quisieron ver la flor
que iba naciendo a tu paso,
que crecía con tu voz...

Santiago, mes de septiembre.
¡Día triste, amaneció!
Tu morada en Isla Negra
está desierta, sin sol.
Y tu cuerpo yace inmóvil:
¡nuestro poeta, murió!

Afuera, la lluvia fina
sobre la falda del cerro
cae, cual profuso llanto,
¡como si llorara el cielo!
Campesinos y estudiantes
dan su adiós al compañero.

En el cerro San Cristóbal
artistas y gente del pueblo
sólo repiten un nombre,
el nombre del compañero.
Y el eco enorme responde:
«¡Nuestro Neruda no ha muerto!»
(Chari, 4 de noviembre, 1986. Copyright © Library of Congress)

sábado, 1 de enero de 2011

ME PEINA EL VIENTO LOS CABELLOS

Me peina el viento los cabellos
como una mano maternal:
abro la puerta del recuerdo
y el pensamiento se me va.

Son otras voces las que llevo,
es de otros labios mi cantar"
hasta mi gruta de recuerdos
tiene una extraña claridad. 

Frutos de tierras extranjeras,
olas azules de otro mar,
amores de otros hombres, penas
que no me atrevo a recordar.

Y el viento, ¡el viento que me peina
como una mano maternal!

Mi verdad se pierde en la noche:
no tengo noche ni verdad.

Tendido en medio del camino
deben pisarme para andar.

Pasan por mí sus corazones
ebrios de vino y de soñar.

Yo soy un puente inmóvil entre
tu corazón y la eternidad.

Si me muriera de repente
¡no dejaría de cantar!

domingo, 7 de noviembre de 2010

EL NIÑO PERDIDO

Lenta infancia de donde
como de un pasto largo
crece el duro pistilo,
la madera del hombre.
¿Quién fui? 
¿Qué fui? 
¿Qué fuimos?
No hay respuesta. 
Pasamos.
No fuimos. 
Éramos. 
Otros pies,
otras manos, 
otros ojos.

Todo se fue mudando hoja por hoja
en el árbol. ¿Y en ti? Cambió tu piel,
tu pelo, tu memoria. Aquél no fuiste.
Aquél fue un niño que pasó corriendo
detrás de un río, de una bicicleta,
y con el movimiento
se fue tu vida con aquel minuto.

La falsa identidad siguió tus pasos.
Día a día las horas se amarraron,
pero tú ya no fuiste, vino el otro,
el otro tú, y el otro hasta que fuiste,
hasta que te sacaste
del propio pasajero,
del tren, de los vagones de la vida,
de la substitución del caminante.

La máscara del niño fue cambiando,
adelgazó su condición doliente,
aquietó su cambiante poderío:
el esqueleto se mantuvo firme, 
la construcción del hueso se mantuvo,
la sonrisa,
el paso,
el gesto volador,
el eco de aquel niño desnudo
que salió de un relámpago,
¡pero fue el crecimiento como un traje!
Era otro el hombre y lo llevó prestado.

Así pasó conmigo.
De silvestre llegué a ciudad,
a gas, 
a rostros crueles
que midieron mi luz y mi estatura,
llegué a mujeres que en mí se buscaron
como si a mí se me hubieran perdido,
y así fue sucediendo
el hombre impuro,
hijo del hijo puro,
hasta que nada fue como había sido,
y de repente apareció en mi rostro
un rostro de extranjero
y era también yo mismo:
era yo que crecía,
eras tú que crecías,
era todo,
y cambiamos
y nunca más supimos quiénes éramos,
y a veces recordamos
al que vivió en nosotros
y le pedimos algo,
tal vez que nos recuerde,
que sepa por lo menos que fuimos él,
que hablamos con su lengua,
pero desde las horas consumidas
aquél nos mira...
...y no nos reconoce.